Técnicas de cocción japonesas: un arte que despierta los sentidos

Vamos a empezar por algo que seguro conoces, aunque su nombre técnico puede sonarte a chino: Agemono. No es otra cosa que, algo así, como «fritanguita buena». 

Esta técnica engloba las frituras japonesas, conocidas por su ligereza y textura crujiente. A diferencia de las frituras occidentales, se utiliza una mezcla de fécula de patata o harina de trigo y pan rallado japonés (panko), que aporta una cobertura aireada y dorada.

Agemono: el crujir sutil de la fritura nipona

Platos como la tempura, el karaage (pollo marinado y frito) o el tonkatsu (chuleta de cerdo empanada) son ejemplos emblemáticos del agemono. (En esta línea ya estamos babeando).

Yakimono: el abrazo del fuego directo

Yakimono se refiere a las preparaciones a la parrilla o a la plancha. Carnes, pescados y vegetales se cocinan sobre fuego directo, resaltando sus sabores naturales. Como buen foodie, seguro que conoces el yakitori (brochetas de pollo), el teriyaki (carne o pescado glaseado con salsa de soja y mirin) o el teppanyaki, donde los ingredientes se cocinan en una enorme plancha de hierro frente al comensal.

Nimono: la ternura del estofado

Nimono abarca los estofados japoneses, donde ingredientes como verduras, tofu o pescados se cocinan lentamente en caldos sazonados con salsa de soja, mirin y dashi. Platos como el nikujaga (este nombre ya puede que te suene menos pero es estofado de carne y patatas) o el oden (una variedad de ingredientes cocidos en caldo) son representativos de esta técnica.

Mushimono: la delicadeza del vapor

Mushimono comprende las preparaciones al vapor, ideales para resaltar la textura y sabor de ingredientes delicados como el tofu, el pescado o las verduras. El chawanmushi (se nos traba la lengua al intentar pronunciarlo pero pasa suave por la garganta al comerlo), es un flan salado de huevo con ingredientes variados. Y un ejemplo clásico de esta técnica.

Aemono: la armonía en frío

Aemono se refiere a ensaladas o mezclas de ingredientes cocidos o crudos, aderezados con salsas como miso, sésamo o vinagre. Estas preparaciones, servidas a temperatura ambiente, buscan equilibrar sabores y texturas, ofreciendo frescura y ligereza al menú. Como por ejemplo tu ensalada favorita de wakame que siempre pides en el japonés de la esquina.

Nabemono: el calor compartido

Nabemono son guisos cocinados en la mesa en una olla común, fomentando la convivencia y el compartir. Ingredientes como verduras, carnes y tofu se cocinan en caldos sabrosos, siendo el sukiyaki y el shabu-shabu ejemplos populares de esta técnica. Un plan que lleva unos años poniéndose de moda en los restaurantes de muchas ciudades españolas.

Namamono: la pureza del crudo

Namamono abarca las preparaciones crudas, como el sashimi, donde pescados y mariscos frescos se presentan en cortes precisos, resaltando su sabor natural. La calidad del ingrediente y la destreza en el corte son esenciales en esta técnica. Podemos intentar hacerlo en casa, pero rara vez nos saldrá un corte tan increíble como el que hacen en las tabernas japonesas.

Conclusión: la cocina japonesa como ejemplo de perfección sensorial

Las técnicas de cocción japonesas no solo buscan nutrir, sino también ofrecer una experiencia que involucre a todos los sentidos. Cada método refleja una filosofía de respeto por el ingrediente y una búsqueda de equilibrio y armonía en cada plato. Al explorar estas técnicas, no solo aprendemos nuevas formas de cocinar, sino también una manera de conectarnos más profundamente con los alimentos y con quienes compartimos la mesa.

Arigato gozaimasu. O lo que es lo mismo: muchas gracias (japoneses por cómo os lo curráis y tú que nos lees por llegar hasta esta línea).

 
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